domingo, 28 de octubre de 2012

Al Faro de Virginia Woolf




Desde las primeras páginas, Al Faro deja ver la atmósfera ineludible, oscura y tensa que acompaña la narración hasta el final. El matrimonio Ramsay tiene varios hijos. El padre, Mr. Ramsay es un hombre frío, lejano, que en ocasiones produce terror en sus hijos, sin que se lo proponga, pero generalmente odio. Tiene un aire intelectual, y posee una inclinación literaria, que no ha producido resultados muy brillantes, pero sí lo suficientes para dejar entrever su personalidad e intereses. Por otro lado, Mrs. Ramsay es una mujer que se debate entre el hecho de ser la sombra de un esposo brillante o hacer su propio camino. Lo cierto es que su debate interior, es el comienzo de un intenso flujo de conciencia en tercera persona que le termina dando el cuerpo a la novela. Al parecer las figuras de los Ramsay, están fuertemente influidas por lo que eran los padres de Virginia Woolf.

De otro lado aparece Lily Briscoe, una artista que se dedica a pintar en la casa de campo de los Ramsay, lugar donde se desarrolla la historia. Lily es una invitada junto con otras personas, a pasar una temporada en la casa de la familia en las Islas Hébridas y representa casi todo lo que Mrs. Ramsay no puede ser. Es la liberación femenina y la demostración viva de que las mujeres tienen capacidad artística capaz de expresar las sensaciones más allá de lo meramente sentimental.

Lily Briscoe se debate entre las dudas que tienen que ver con la posibilidad de que lo que hace no valga la pena realmente, o que posiblemente terminen siendo una expresión artística digna de ser vista y admirada, que responda a lo que ella quiere. Esas dudas siempre se ven alimentadas por Charles Tansley, otro invitado en casa de los Ramsay que se encarga de recordarle a Lily, lo que para él es cierto y es que las mujeres no tienen la virtud y el talento para escribir o en general para expresarse artísticamente.

"Y, sin embargo se dijo que, desde el comienzo del mundo, se han cantado odas al amor: para él han acumulado guirnaldas y rosas; y si se preguntase a la gente, nueve personas de cada diez asegurarían que no desean otra cosa, mientras la mujeres, a juzgar por su propia experiencia, estarían sintiendo: esto no es lo que queremos; no hay nada más tedioso, más pueril, más inhumano que el amor; y no obstante es también hermoso y necesario. Y entonces ¿qué?, preguntó como si esperara que los demás continuasen la discusión, como si en una discusión cual ésta, la pequeña saeta que cada uno lanza fuera incapaz de dar en el blanco, a menos de ser recogida por los demás para continuar la lucha. Por lo tanto, volvió a escuchar lo que los otros decían, por si acaso le daba nuevas luces sobre el tema del amor".
"¿Qué significaba todo aquello? No tenía la menor idea. ¿Una raíz cuadrada? ¿Qué era eso? Sus hijos lo sabían. Se apoyaba en ellos, así como en los cubos y en la raíces cuadradas; de eso estaban hablando ahora; de Voltaire, de Mme. de Staél, del carácter de Napoleón, del sistema rural francés, de lord Rosebery, de las memorias de Creevery; dejaba que ese admirable edificio de la inteligencia masculina, que sube y baja, pasa y repasa, la sostuviera en alto -como si fueran vigas de hierro manteniendo al mundo-, y se confiaba plenamente a ellos, incluso con los ojos cerrados -o entreabiertos unos instantes- como un niño que, desde su almohada, pestañea ante esas capas superpuestas que constituyen los miles de hojas de un árbol. Despertó entonces de su ensueño. Todavía se estaba fraguando el edificio. William Bankes elogiaba las novelas de Walter Scott".


Estos planteamientos claros por demás desde el comienzo, le dan una característica narrativa de brillante introspección, valiéndose de un constante flujo de conciencia para desarrollar todos los temas que la autora pretende. Los hechos o acciones son casi nulas, por no decir que no pasa nada a excepción de una cena y otro eventos menores. La historia solo se mueve en la mente de los personajes y en la posibilidad de ir a visitar un faro que se atisba a la distancia; visita a la cual cada uno le da su propia interpretación.



Una vez más, y de una manera magistral los personajes se van desarrollando solo con el transcurrir de las páginas, pero no porque se pretenda dar una descripción detalladas de ellos, para ilustración del lector, no. Se desarrollan a partir de sus propios pensamientos y de las opiniones que de sí se dan entre unos y otros. Es así como la imagen que tenemos de Mr. Ramsay es dada por las opiniones de Lily o por los pensamientos de algunos de sus hijos. No hay una fórmula que los descifre de manera objetiva, lo hacen entre ellos, y esta herramienta lleva la trama a unos niveles de complejidad insospechados, al punto que la interpretación de la historia y el significado de los papeles de quienes en ella intervienen, son casi que decisión personal del lector.

El elemento introspectivo parece planteado para resolver un interrogante sobre el cual gira el libro, y es si las mujeres realmente pueden escribir, pintar o en general expresarse a través del arte. Es posiblemente parte del interrogante que acompañó la vida y carrera de Woolf, en una sociedad donde la mujer tenía un papel claramente definido y que estaba por fuera de las expresiones artísticas. Ese tema central planteado se ve iluminado por una hábil manera metafórica a través del faro, de su luz y de la posibilidad de llegar a él, aunque realmente el significado es personalísimo.

En la historia transcurren diez años, que se ven impregnados de una oscura y densa narrativa que por momentos hace perder al lector en el fondo de la historia o de la misma introspectiva. No hay acciones a corto plazo, todo son abstracciones, recuerdos y deseos. Así pasan los diez años en un puente narrativo entre la estancia inicial en la casa cerca a la playa, donde las olas son importantes, como lo serán en la carrera literaria de Woolf. En esos diez años algunos hijos del matrimonio fallecen y también Mrs. Ramsay. Esto hace que en realidad no haya protagonistas, sino que el protagonista sea la historia misma, y los pensamientos que cada uno proyecte. Cada cual colabora con una parte de la historia y su visión particular que de los acontecimientos dan.

La casa se ve abandonada, y empieza casi a caerse por deterioro, una descripción similar a la que de una casa en ruinas haría posteriormente Mujica Lainez, precisamente en "La casa". Así, con ese escenario los personajes que sobreviven deciden volver a la vieja casa a hacer real su postergada visita al faro, sobre el cual siempre hubo mal tiempo, que circundó también el tono de la narración.

Allí se encuentran y emprenden el azaroso viaje en un bote, durante el cual cada uno va llenando su cabeza de pensamientos y de evocaciones acerca del momento en que lleguen a ese lugar pendiente que todos parecieran tener, entre tanto Lily sigue sola en la casa pintando un retrato de Mrs. Ramsay, al cual tampoco sabe qué tono darle para finalizarlo.

"Pero, mirando su cuadro, se sorprendió al no poder verlo. Sus ojos estaban anegados en un líquido caliente (al principio no pensó que se tratase de lágrimas) que, sin turbar la firmeza de sus labios, corrían por sus mejillas y enturbiaban la atmósfera. Se dominada perfectamente -¡oh sí!- en todos los sentidos. ¿Estaba llorando acaso por Mrs. Ramsay, sin darse cuenta de su pena? Volvió a dirigirse al viejo Carmichael. ¿Qué sería? ¿Qué significaba? ¿Podían, acaso, las cosas extender sus manos y agarrarnos? ¿Podría cortar la hoja de cuchillo? ¿Podría el puño agarrar su objeto? ¿No podía uno tener seguridad? ¿No habría manera de aprender de memoria los usos del mundo? No existen ni guías, ni refugios, ¿será todo un milagro, un salto en el espacio desde la cúspide de una torre? ¿Es posible que sea esto la vida, incluso para la gente de edad? -¡tan desconcertante, inesperada, desconocida! Sintió un instante que, si ambos se levantaran, aquí en la pradera, para pedir una explicación de por qué la vida era tan corta e inexplicable y se formularan la pregunta con violencia, como pueden hacerlo dos seres humanos en plena posesión de sus facultades y a los que nada puede permanecer oculto, entonces la belleza se enrollaría, el espacio vacante se llenaría y esos vanos arabescos recobrarían su forma; sí, Mrs. Ramsay  volvería si gritasen bastante fuerte. "¡Mrs. Ramsay!" -dijo en voz alta-. "¡Mrs. Ramsay!" Las lágrimas corrían por sus mejillas".

Todo esto es posible y finamente presentado, gracias a la posibilidad que la tercera persona da, a la soberbia técnica del flujo de conciencia empleado para tal fin. No hay un narrador, cualquiera asume ese papel, como en la forma en que observan a Mr. Ramsay, cada cual de acuerdo a sus pensamientos y estructura mental.

Pero más allá de lo dicho, la mirada final, la visión general de los acontecimientos la da Lily Briscoe, la mujer artista que en su silencio y dentro de una posición pasiva, observa todo mientras libra una lucha salvaje contra esa voz que le grita su incapacidad artística, pero que sobrepasa a su manera; a la más natural, con la respuesta que solo satisface al artista, y que es justa a su verdad.

Notas tomadas de:

WOOLF Virginia, Al Faro, Editorial Porrúa, 1998, Av. Santana #8, Lerma Edo de México.