lunes, 2 de julio de 2012

Santuario de William Faulkner




Escrita de una manera poco convencional, por decirlo de algún modo, Santuario explora el tema de la maldad de una manera directa, sin ataduras y sin enmiendas. El tema es claro, y bien manejado, ahora, otra cosa es el relato, la forma como se ha dicho.

En varias oportunidades el propio Faulkner, admitió que el relato le parecía "enclenque", y en mi concepto no se equivocaba. Así mismo, y por muchos años se sintió avergonzado de la obra, tal vez por el propio hecho de ser un moralista y de materializar en letras, una historia de vergüenza, horror y maldad en plenos años treinta.

La historia se centra básicamente en Horace Benbow, un notable abogado, hombre de buen corazón y una especie de incipiente super héroe americano moderno. Benbow conoce en casuales circunstancias a Popeye, un matón y delincuente nato, quien a pesar de su escuálida figura, es capaz de lo impensable. Luego, se presentan una serie de personajes, tanto trascendentes como poco importantes en la historia, sobre los cuales el autor ahonda por igual, lo cual genera cierta expectativa en lo referente a saber la importancia de aquellos pequeños detalles en la historia final, en la gran historia.

Es así como aparecen Tommy, un contrabandista menor, Lee Goodwin, contrabandista de licor también, Gowan y Temple Drake, esta úlyima, bella muchacha, hija de un juez, que tiene fama de ser fácil y un poco descarriada. Por circunstancias que no son muy claras y en las cuales no siempre se ahonda, Temple termina  en casa de Goodwin. En una noche de alcohol Popeye asesina a Tommy, quien intentaba proteger a Temple, y acto seguido procede a violarla, y esto es tal vez lo que escandalizó en su momento, fue violada con una tusa de mazorca, pues su agresor era impotente.

Es ahí donde aflora la sensación de maldad y de injusticia, de la impunidad que acompañará a la historia hasta el final. De la figura criminal de Popeye, y de ese héroe infortunado en que se convierte Benbow. La misión del abogado, de ahí en adelante, no será otra que intentar demostrar que Lee Goodwin no fue el asesino de Tommy y abogar por que no sea ejecutado injustamente.

Por otra parte Benbow, tiene un matrimonio desafortunado y casi que su conciencia es su hermana. La historia a veces llega y a veces no. La narración tiene unos pasajes líricos de alta emotividad, así como de manera despreocupada deja que los acontecimientos pasen sin tantos miramientos, sin hacer preámbulos, sin hacer énfasis, en otras palabras sin centrar la atención del lector en lo que va a pasar. Faulkner, como muchos otros escritores, ya tiene definidos los personajes en su cabeza antes de presentarlos en el relato y les da el oficio que necesitan, de inmediato los pone a trabajar, ya sea para la historia o no, pero de ninguna manera los deja estáticos, esa es su gran virtud en el caso de Santuario.

En cuanto al narrador, a veces y caprichosamente, pasa de la tercera a la primera persona. La técnica narrativa es compleja y vuelve entonces el debate de la diferencia entre un gran escritor y un gran prosista. Seguro que Faulkner en Santuario muestra una prosa deslumbrante, que a veces conmueve, pero más que esto, lo que realmente muestra, es el cambio de giro narrativo que relaja al lector y que lo lleva por caminos sobrecogedores, pero que a veces parecen intrascendentes.



Algo que no logra el libro es incluir al lector en la historia, personalmente quedé con la impresión de haber sido un invitado al cuento de Faulkner. Aunque el lector asiste a una violación, un linchamiento, una ejecución, un asesinato, me queda la sensación de que todo pasa, todo se dijo simplemente, pero nada quedó en la memoria, nada impregnó. Una historia de maldad, eso sí, pero no terrible, tal vez porque pocas veces se ahonda en la memoria, en la mente de sus personajes, la ausencia de soliloquios de espacios introspectivos son notables. La narración posee maestría, eso es indudable, pero le falta alma.

Es así como toda esa maldad y horror de Santuario, de la cual se habló por tanto tiempo, hoy es casi anecdótica, no se si afortunada o desafortunadamente. De otro lado, la exagerada cantidad de interjecciones e intentos por mostrar el lenguaje de manera natural, la hace más distante aún. Es un intento por llevar el lenguaje hablado al escrito, al literario; los personajes siempre se interrumpen en sus diálogos. Las palabras quedan incompletas y así se escriben, es el estilo de Faulkner y un estilo es un estilo.

De otro lado, tal vez el hecho de que haya existido una segunda versión, que es la que aquí se reseña, hizo que hubiese modificaciones sensibles respecto de la primera, escrita tres años antes en 1929, en la cual se incluían anotaciones más disientes respecto a una posible relación incestuosa de Benbow con su hermana y su hijastra. De otro lado en esa versión, el protagonismo parecía estar definido a favor de Benbow, mientra en la segunda los personajes de Popeye y Temple cobran fuerza, lo cual posiblemente hizo que la historia no tuviera un eje principal capítulo tras capítulo, sino que fueran muchos narrados con sencillez. Al final, es cierto la historia tiene que llevar a algo, pero el camino para acceder allí, está compuesto por muchas piedras de río sobre las que hay que saltar y vivirlas una a una. 

No obstante, el genio de Faulkner sobresale sí o sí, y las figuras literarias redundan en calidad, especialmente los símiles, que generalmente sorprenden. Es una lástima que haya páginas y páginas de diálogos entrecortados, en vez de dejar ver la parte psicológica de los personasjes, tan interesantes como Popeye y Benbow, incluso la misma Temple, de quien no se sabe porqué al final actúa de la manera en que lo hace. Aún así, las pocas veces que el autor trabaja en esto, su lucidez es impresionante.

"Ella tenía los ojos completamente abiertos, casi negros, el rostro bañado por la luz de la lámpara y dos minúsculos reflejos de su rostro en sus pupilas como guisantes en dos lagos de tinta".
"Bajo la cama, los perros no hacían el menor ruido. Temple se movió ligeramente; la queja seca del colchón y de los muebles se desvaneció en el terrífico silencio en que se agazapaban. Temple pensó en ellos, representándoselos lanudos, amorfos, salvajes, enojadizos, malcriados, la flatulenta monotonía de sus vidas abrigadas, arrebatadas sin previo aviso por un incomprensible momento de terror y miedo a la aniquilación corporal a manos de la persona que simbolizaba de ordinario la licenciosa tranquilidad de sus vidas".
"Aquella primera noche permanecieron despiertos por algún tiempo debido a la extrañeza de la cama y del cuarto y a las voces. Oían el rumor de la ciudad, evocativa y extraña, inminente y remota; la amenaza y la promesa a la vez; un ruido profundo y continuo sobre el cual brillaban y oscilaban luces invisibles: serpenteantes formas de esplendor en que las mujeres comenzaban a moverse ya en suaves actitudes de nuevos placeres y extrañas promesas nostálgicas. Fonzo se imaginó a sí mismo rodeado de varias filas de cortinas echadas, color de rosa, más allá de las cuales, en un rumor de sedas, en jadeantes susurros, la apoteosis de su juventud asumía un millar de avatares. "Puede que comience mañana", pensó; "puede que mañana por la noche..." Una flecha de luz apareció por encima de la cortina y se desplegó en abanico sobre el cielo raso. Bajo la ventana oyó una voz, una voz de mujer, luego la de un hombre; se fundieron, murmuraron; se cerró una puerta. Alguien subía por la escalera con un rumor de ropas semejante al de un látigo, sobre los rápidos y duros tacones de una mujer".
"La sala comenzó a zumbar de conversación aguda y sosegada. Los camareros se movían de aquí para allá con altas y precarias bandejas; sus chaquetas blancas y camisas negras semejaban negativos fotográficos. El propietario iba de mesa en mesa con su cabeza calva, un enorme diamante en su corbata negra, seguido de un guardián, un hombre fornido, de músculos excesivamente desarrollados y cabeza de bala, que parecía a punto de reventar su chaqueta de etiqueta y salir por la parte posterior, como un gusano de seda" 

La literatura necesitó de novelas como Santuario para avanzar, para cambiar el sentido de lo que escandaliza o no, para introducir un nuevo campo de batalla de las ideas, una nueva forma de decir las cosas, de tocar los sentidos de una manera positiva o negativa, de expresar el arte de la palabra, gracias Faulkner por mostrarnos que aún las creaciones de las que nos arrepentimos, dan luces en un oficio como este.

Citas tomadas de: FAULKNER William, SANTUARIO, Ed. Seix Barral S.A., 1985.