domingo, 2 de septiembre de 2012

La Náusea de Jean-Paul Sartre





A la pregunta de si La Náusea es una novela eminentemente filosófica, en donde más que el movimiento natural de una historia de ficción, marcado por un comienzo, nudo y desenlance, se genera en la observación, el detenimiento de los pasajes y las profundas reflexiones que hace Roquentin, habría que decir que no es tan así. La historia, evidentemente tiene unos antecedentes, un nudo, si se lo quiere llamar así y un final, que posiblemente no se pueda catalogar dentro de lo que se denomina como desenlace, pero que evidentemente le dan una conclusión a la historia, a la manera y fiel al estilo de la novela.

Antoine Roquentin, es un hombre de unos treinta años, que ya ha aventurado por Asia, que no ve más sentido en emprender grandes y exóticos viajes, y que dedica sus días y su poco dinero a investigar y escribir acerca del Marqués de Rollebon. La historia se desarrolla en Bouville, una ciudad imaginaria, en donde el protagonista se convierte en asiduo asistente a la biblioteca en la cual conoce a un hombre que se nombra a lo largo de la historia como "El autodidacto", sobre el cual no hay mucho qué decir, solo que sigue rigurosamente el orden alfabético de los libros que lee y que al final devela una inclinación sexual tendiente a la pedofilia.

"El autodidacto", nos evoca a Settembrini, el personaje de la "Montaña Mágica" de Thomas Mann, aunque en una muy inferior medida, se puede decir que cumplen su función de acompañamiento, llevan al personaje a sendas, que sin su presencia serían casi insospechadas. Parece ser una característica fundamental de la novela filosófica; Roquentin no puede hablar consigo mismo todo el tiempo.

La Náusea es un grito de juventud, una alusión constante al conocimiento, un himno a la erudición y al hastío,  a la insignificancia y al absurdo que esto mismo significa, es la respuesta a la nada, es la existencia. Es una exposición novelística de un manifiesto existencialista, la primera novela de Sartre. Roquentin no es nadie, a pesar de que puede calificarse de "alguien", Roquentin es lo que está por hacer, en otras palabras, no ha sido. Es la esencia del existencialismo, plasmado en casi todos los acontecimientos que rodean la vida del protagonista.

"Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar, como la otra noche en el Rendez-vous des Cheminots; eso es la Náusea; eso es lo que los Cochinos -los del Coteau Vert y los otros- tratan de ocultarse con su idea de derecho. Pero qué pobre mentira; nadie tiene derecho; ellos son enteramente gratuitos, como los otros hombres; no logran no sentirse de más. Y en sí mismos secretamente, están de más, es decir, son amorfos y vagos, tristes".

A partir de la observación y de un agudo sentido de la realidad, Roquentin se figura en cada pequeño momento, en cada espacio de tiempo y lugar, la razón de ser de su existencia, y siempre encuentra que la respuesta está más allá de su preparación para comprenderla.

Roquentin se nos parece a un Hans Castorp no tan ingenuo, tal vez no tan preparado, a un Harry Haller, más trascendental, menos mundano. La pregunta entonces surge, y es ¿Se puede hablar de literatura existencialista?, o más bien, en el caso de La Náusea, ¿estamos frente a un texto filosófico existencialista, disfrazado de novela? Posiblemente lo uno y lo otro son ciertos, por un lado, la literatura debe ser existencialista, es un deber moral del arte, indagar por la naturaleza humana y esto indefectiblemente nos lleva a una posición que va más allá de nuestra esencia de individuos; de otra parte, no sería posible hacer una catalogación del arte literario, entendido como la concordancia con corrientes filosóficas, es más bien una exposición de motivos, un entendido que agrupa la discusión filosófica, que se vale de argumentos por medio de ésta, pero que no pretende afiliarse a una postura en particular. Sería absurdo y desnaturalizado pensar en una novela adaptada a un movimiento filosófico, que debe su existencia a la realidad de la cual la novela como género, también ha tomado parte y frente a la que tiene un elevado compromiso.

No obstante, para el profesor Alphonse de Waelhens, todo el pensamiento de Heidegger se traduce en el siguiente fragmento:

"Estaba, pues, hace un momento en el jardín público. La raíz del castaño se hundía en la tierra justamente por debajo de mi banco. No me acordaba ya de que esto era una raíz. Las palabras se habían desvanecido, y con ellas la significación de las cosas, sus modos de empleo, las débiles marcas que los hombres han trazado en su superficie. Estaba sentado, un poco inclinado, la cabeza baja, sólo ante esta masa negra y nudosa, enteramente bruta y que me causaba miedo. Y después tuve esta iluminación".
Posiblemente sí, tal vez sea eso, pero hablando fuera de los límites temporales, es el pensamiento heideggeriano el que se expresa a través de este fragmento, o más bien la historia contada de la forma en que está, la que toma conclusiones que también asume Heidegger de manera independiente. En otras palabras, es Sartre el que quiere llevar a Heidegger a través de sus palabras, o posiblemente que a través de la realidad y la observación llega a la idea de Heidegger. 



El narrador mantiene un tono lejano, un poco escéptico, lo cual hace que las situaciones corran sin ninguna justificación aparente y que más pareciera una novela fuera de cualquier estilo o género, pues decir que es una novela de ciudad, sería demasiado facilista.

La novela fue escrita en 1931, pero solo corregida y publicada hasta 1938, esto, por cuanto las evocaciones a Céline, son evidentes, especialmente respecto al "Viaje al fin de la noche", que fue publicado en 1932. Aquí vemos a un personaje frío, con altos y bajos emocionales que solo es él mismo. En La Náusea, Roquentin está en búsqueda de sí mismo, mientras que el Bardamu de Céline no lo hace.

"¡Dios mío! ¿yo voy a llevar esta vida de hongo? ¿Qué haré de mis días? Pasearé. Iré a las Tullerías a sentarme en una silla de hierro, o más bien en un banco, por economía. Iré a leer a las bibliotecas. ¿Y después? una vez por semana, cine. ¿Y después? ¿Un Voltigeur, los domingos? ¿Iré a jugar al croquet con los jubilados del Luxemburgo? ¡A los treinta años! Me doy lástima. Hay momentos en que me pregunto si no me valdría más gastar en una año los trescientos mil francos que me quedan, y después... ¿Pero qué conseguiría con eso? ¿Trajes nuevos? ¿Mujeres? ¿Viajes? Lo he tenido todo y ahora se acabó, ya no me tienta; ¡para lo que me queda! Dentro de un año me encontraría tan vacío como hoy, sin un recuerdo siquiera y cobarde frente a la muerte.
¡Treinta años! Y 14.400 francos de renta. Cupones a cobrar todos los meses. ¡Sin embargo, no soy un aciano! ¡Que me den algo que hacer, lo que sea! Sería preferible que pensara en otra cosa, porque en este momento estoy por representarme la comedia. Sé muy bien que no quiero hacer nada; hacer algo es crear existencia, y ya hay bastante existencia". 

Finalmente, más allá de las discusiones sobre su estilo o no, La Náusea está magistralmente escrita, fue la primera novela de Sartre, alguien que también dedicó tiempo a desarrollar, desde el ensayo, esa eterna pregunta de ¿Qué es la literatura?, y también desde obras como "El idiota de la familia", donde se pregunta de dónde aflora el deseo de escribir. La Náusea nos regala esa bella conclusión, dónde tal vez lo único que le de sentido a la vida de Roquentin, sea escribir una historia de ficción.


Citas tomadas de: SARTRE, Jean-Paul, La Náusea, Editorial Losada S.A., Buenos Aires, Décimotercera edición, Traducción de Aurora Benítez, 1947.