lunes, 26 de diciembre de 2011

"Las partículas elementales" de Michel Houellebecq







Para Michel Houellebecq nada parece difícil, desde abordar los temas más complejos, hasta llevarlos a un punto de insospechada conexión, mostrando así lo evidente y lo difuso en las situaciones que plantea.


Y es que en "Las Partículas Elementales", Houellebecq pone su toque personalísimo en algo que podría descifrarse como parte de un notorio elemento autiobiográfico, retratado en la vida de uno de los protagonistas o tal vez en ambos, pues aquí tanto Michel como Bruno, tienen tanto del autor como él de ellos.


La historia encierra las frustradas vidas sentimentales de dos medio hermanos, que no dejan de demostrar su conexión genética natural, a pesar de que parecen llevar dos vidas opuestas, el uno (Michel), es un biólogo nuclear apasionado por su trabajo que se ve suspendido en la complejidad de la ciencia; mientras Bruno solo encuentra el sentido de vivir en el hecho de satisfacer una dependencia sexual que en ocasiones parece tenerlo absorbido, y en otras se muestra llena de sentido.


Los dos hermanos se ven enfrentados a amores fallidos con consecuencias casi macabras, que determinan el mundo de sus vacías vidas, en lo que parece un contrasentido para poder mostrar el valor de lo humano, frente a una sociedad consumida por los afanes políticos y religiosos. Aquí Houellebecq, como suele ser usual en él, se vale de su profunda sencillez literaria para atacar a los estamentos del orden en occidente, especialmente en Francia, desde lo que él considera el "falso mayo del 68" hasta la islamización de Europa; no en vano se ha hecho célebre por tener que comparecer a los estrados judiciales por apreciaciones que  han resultado ofensivas a grupos de derechos civiles por críticas al Islam.



La novela echa una mirada particular a los que podrían denominarse anti valores, especialmente acentuados en la segunda mitad del siglo XX. Es por eso que en una primera aproximación se acerca a una "novela histórica" con ciertos rasgos políticos; pero siempre desarrollando el elemento científico como argumento válido en el intento por desentrañar lo que es su objetivo principal, la naturaleza humana desde la exactitud de la ciencia, que siempre se ve mezclada con los factores sociales que le dan forma al individuo. No obstante, al final asume la posición de un relato de esa ficción diferente, que puede llegar a predecir la realidad.
Los pasajes que van moldeando la historia de los dos hermanos parecen ser puestos cuidadosamente en el entramado de la historia y aunque por sí mismos van pareciendo desconectados, llevan al lector hacia una suerte de interpretaciones que logran un asertivo punto casi de misterio maximizado en la figura del narrador omnisciente, quien finalmente parece estar en un futuro lejano.



La historia, que es rica en ingredientes, bien podría terminar con el desenlace que tienen las vidas de los protagonistas, pero adicional a esto se agrega un epílogo escrito detalladamente, en el cual Houellebecq da cuenta de aquello que es el sentido del libro y casi que el porqué se escribió, en una clara muestra de la sencillez y del pragmatismo que han caracterizado al autor.

Houellebecq quien tomó un renombre inusitado a partir de su primera novela "Ampliación del campo de Batalla", y que vio revalidado al ganar el Premio Goncourt, el más prestigioso de la letras francesas; ha sido objeto de fervientes críticas, no sólo desde lo literario sino desde lo político. En lo literario siempre aparece señalado en puntos extremos, hay incluso quienes han catalogado su obra con apelativos como "literatura panfleto" o simple "pornografía"; lejos de la otra orilla que lo ubican como uno de los autores más importantes del fin de siglo.

Lo cierto es que en uno u otro lado, Houellebecq no es un escritor más, de aquellos que las editoriales sobreponen y refieren en títulos y revistas gratuitamente, por el contrario, su nombre hoy es algo, por la convicción con la que escribe, tal vez evocando lo mejor de Céline y asumiendo una postura que no teme, y que en palabras del epílogo citado, no es más que un homenaje a la humanidad.

"El Gran Gatsby" de F. Scott Fitzgerald



La novela que F. Scott Fitzgerald no dudó en catalogar como una directa referencia personal, por cuanto la historia de Jay Gatsby, fue en gran parte la suya propia, se torna en un camino de laberinto y de complejas situaciones que parecen ser sacadas de la manga a lo largo de su desarrollo.


El contrabando de alcohol, la fiebre del oro, el foxtrot como ambiente ilusorio, que suponía adornar las grandes veladas ofrecidas por el nuevo rico Jay Gatsby (protagonista de la novela) y su amor irredento hacia Daisy, una chica que años atrás lo desechó debido a las grandes diferencias económicas que entonces los separaban. En la historia, las cosas cambian para Gatsby en ese sentido, y por una afortunada coincidencia se vuelve vecino de Nick Carraway, quien es el narrador de la historia. Nick es amigo de Tom, quien a su vez es el esposo de Daisy.

Aquí empieza un afán desmedido de Gatsby, por rencontrarse con Daisy, lo cual sucede gracias Carraway. La historia entonces toma un giro que deja entrever amores, odios y celos, todo esto mezclado con el creciente esnobismo propio de las clases altas en Long Island por la época dorada de los veintes.

La historia posiblemente sería una descripción más de la Norteamérica de los veintes, si no fuera por el ingenio que Fitzgerald pone en su narrador, que no siendo omnisciente, indirectamente incluye al lector en sus pensamientos y suposiciones. El personaje de Carraway es minuciosamente manejado, desde una indiferencia inicial hacia la historia misma, pasando por algo que podría denominarse como un borrador del desarrollo del personaje de Gatsby a través del narrador, quien ya se ve intrigado por los rasgos del primero. Al final Carraway termina siendo el más involucrado de todos en la vida de Gatsby, con un sentimiento de aceptación incondicional hacia su figura. Algo desmedido a primera vista, pero que le da cierto cuerpo a la historia, que de todas formas no termina de redondearse. De otro lado, se puede decir que al manejar este recurso literario, en ocasiones la trama se ve limitada, por cuanto la presencia de Carraway es requerida casi siempre, al estar contando una historia de amor casi ajena.
Los ingredientes de la cultura norteamericana son demasiado evidentes, desde la forma misma en que Fitzgerald contempla la historia, quien se vale de giros ajenos a la misma, que ayudan a construir el final. Se puede decir que influyó en muchos elementos, (incluso propios de la trama) a novelas norteamericanas posteriores como "El cartero siempre llama dos veces" del afamado escritor James M. Cain.

"El Gran Gatsby" es una novela que no parece sorprendente en nuestro tiempo, en donde su tema de argumento, parece bastante recurrente y ya representado de muchas formas. El Nueva York de los veintes, desde la lucha de clases por medio de un amor que se muestra casi imposible, no parecería ser muy sugestivo. Pero paradójicamente tampoco fue bien recibida al momento de su lanzamiento (1925). Solo en los cincuentas, cuando se reeditó, cobró la dimensión que tiene hasta ahora, y llegó a ser incluida en la lista de los cien libros del siglo veinte, según el diario francés Le Monde.




Una obra que puede llegar a ser plana, que ha sido catalogada como ficción, a pesar de abordar temas bastante reales. Lo cierto es que el mayor valor de "El Gran Gatsby", no es el propio Jay Gatsby, sino la extraña personalidad de Nick, que le da vida a la leyenda de su vecino (Gatsby), de no ser así, estaríamos al frente de una historia más de amor.
Fitzgerald es considerado uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX, junto a Faulkner y Hemingway.

Últimamente fue caracterizado, junto a su esposa Zelda, en la más reciente película de Woody Allen (Media Noche en París) y sigue atrayendo a lectores de ahora, que lo encuentran como el más digno representante de la denominada "Generación perdida". Con Gatsby, encontró el comienzo de una historia que todavía se sigue escribiendo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Las atracciones de la religión, el reto del humanismo, por Ronald A. Lindsay






El poder del mensaje de la religión



Dios recompensa a los fieles, en esta vida o en la siguiente. Los fieles no saben cuando va a llegar esa recompensa, pero pueden tener confianza que esta va a venir, eventualmente. Además, Dios no pide mucho a cambio. Dios solo pide que los fieles seas fieles, eso, que la gente confíe en él y manifieste su confianza orando, uniéndose a los servicios de adoración, apoyando su iglesia (o mezquita, templo o lo que sea) y siguiendo sus mandamientos, como fueron interpretados por sus auto nombrados voceros, naturalmente. Este es su núcleo esencial, este ha sido el mensaje de la mayoría de las religiones desde los tiempos antiguos hasta el presente. Seguramente, hay variaciones. Típicamente cada religión ahora tiene una deidad en vez de deidades, y la deidad de hoy parece más interesada en lo que caracteriza las reglas de la moral, a diferencia de algunas deidades antiguas que se concentraron más en la observancia de los rituales. Pero esas diferencias solo matizan el mensaje central.

Y es que es un mensaje poderoso. Su poder se muestra en el hecho de que permanece atractivo para la mayoría de los habitantes del planeta, incluso cuando la creencia en representantes sobrenaturales ha perdido toda respetabilidad intelectual. Al comienzo de la humanidad la creencia en representantes sobrenaturales tenía alguna explicación empírica. La existencia de los dioses parecía explicar las cosas que de otro modo escapaban al entendimiento. Si nuestros antepasados no entendían las causas naturales del viento, la lluvia, la sequía, las inundaciones, la fertilidad, las enfermedades, y así sucesivamente, no sorprende que atribuyeran aquellos fenómenos a un agente o agentes, y obviamente que esos agentes tenían que poseer poderes que excedían los nuestros. Pero para los humanos modernos (excepto para aquellos quienes intencionalmente o de otra manera son ignorantes) los dioses no explican nada.

La creencia en dioses ha perdido basada en la evidencia, cualquier fundamento que alguna vez haya tenido, de ahí la dependencia en la fe. El llamado a la fe no tendría efecto, a menos que no hubiera una fuerte motivación para creer. Pocos aceptarían la realidad de un automóvil usado, invisible e indetectable basados en la fe, pero muchos siguen aceptando la realidad de una deidad invisible e indetectable. Mientras nuestras capacidades epistémicas han madurado, las básicas emociones humanas y los deseos, permanecen con muy pocos cambios desde los tiempo prehistóricos. Freud llamó a la religión una “ilusión infantil”, y si uno interpreta la afirmación refiriéndose a una etapa en el desarrollo de la humanidad, Freud ha dado en el blanco. No es que el creyente tenga la mente de un niño, es más bien que el creyente procura la tranquilidad emocional de forma similar a la de los primeros hombres.

Es recurrente que los humanos se vuelvan a los dioses a causa de la preocupación sobre la muerte. Hay algo de cierto en esta observación, pero es tan ancha como estrecha a la vez. Es ancha porque no todos los humanos, ni siquiera los primeros humanos, han asociado la creencia en los dioses con la inmortalidad personal. Por cierto, que hay millones que hoy ni creen en los dioses ni parecen muy preocupados acerca de su inevitable muerte. La afirmación es a la vez muy estrecha por cuanto no es solo una preocupación existencial acerca de la muerte que los dioses puedan aliviar, sino también se trata de preocupación sobre las incertidumbres de la vida. ¿Cómo voy a ayudar a mi familia? ¿Van a sufrir mis hijos? ¿Voy a encontrar el amor? ¿Qué oportunidades debo seguir? ¿Voy a tener oportunidades?

En tiempos antiguos la gente buscaba la respuesta a esas preguntas, consultando oráculos u otros mensajeros de los dioses. Dios es más distante ahora, y la mayoría de creyentes aceptan que Dios espera de nosotros la elaboración de planes preliminares por cuenta nuestra y luego la realización de un esfuerzo por llevarlos a cabo. Los creyentes proceden, sin embargo, con la seguridad, que al final no van a fallar. Lo que podría parecer como fallas ante los otros son solo reveses transitorios y retos, porque al final Dios va a recompensar a sus fieles.

Como se indicó, hay alguna clase de reciprocidad en esto. El ofrecimiento del amor absoluto de Dios, viene con un par de condiciones. Las recompensas son garantizadas solo si es mostrado un adecuado respeto a Dios, así como la obediencia a sus reglas. Los teístas descaradamente encuentran el punto de esta relación recíproca, en el argumento de que la religión provee más seguridad para la moral que cualquier concepto del mundo secular. Los fieles pueden basarse en el hecho de hacer lo correcto (normalmente) porque la gente sabe que el favor de Dios está condicionado en hacer eso correcto.

Extraordinariamente, no solo los religiosos son quienes compran este argumento. Hay algunos individuos seculares, incluyendo algunos bien conocidos, quienes “creen en las creencias”, esto es, que creen que es importante para la mayoría de la gente conservar la fe en los dioses. Que es algo inevitable. Un ejemplo de este punto de vista es un ensayo reciente escrito por Mario Vargas Llosa, un miembro de la Academia Internacional de Humanismo, ni más ni menos, el cual apareció en el influyente diario español El País. En este ensayo titulado “La fiesta y la Cruzada”, Vargas Llosa comenta acerca de la visita del Papa a España en Agosto de 2011. Al hacerlo, argumenta que la religión es algo bueno tanto como mantenga una estricta separación entre esta y el estado. Cree que el ateísmo o el humanismo no van a remplazar a la religión “Excepto para algunas pequeñas minorías”, que “La mayoría de los seres humanos” puede encontrar las respuestas a sus dudas existenciales, solo en la religión.

Además “una sociedad democrática no puede combatir efectivamente a sus enemigos – empezando por la corrupción – si sus instituciones no están firmemente apoyadas por los valores éticos, si una rica vida espiritual  no florece en su seno como un antídoto permanente contra las fuerzas destructivas… que normalmente guían la conducta individual, cuando el ser humano se siente libre de toda responsabilidad. Finalmente, “la idea de aniquilación continuará hasta ser inaceptable para una persona del común… quien continuará hasta encontrar en su fe, la esperanza de una vida después de la muerte”.

Uf. No estoy seguro de que se pueda encontrar una opinión más desesperada acerca de las limitaciones de la humanidad, fuera de la parábola del Gran Inquisidor de Dostoyevky. Si Vargas Llosa está en lo cierto, solo las “pequeñas minorías” de humanos serán capaces de vivir sin las falsas creencias de las religiones.

Las garantías falsificadas de la religión

No creo que Vargas Llosa tenga la razón, pero le voy a conceder algo: para algunos creyentes, esto no es suficiente para derrotar el teísmo intelectualmente. Al menos frente a una deidad poderosa y personal - que responde a las oraciones, realiza milagros, y puede convertirse en un hombre, en una lluvia de oro, o un bosque en llamas – esa batalla ha sido luchada y ganada. La evidencia contra la existencia de una deidad personal es abrumadora. Alguien que crea lo contrario simplemente no se ha enterado todavía.

Pero aunque los argumentos en contra de la existencia de los dioses son efectivos algunas veces, para muchos no son persuasivos. Más de unos creyentes contemporáneos se aferran a la religión, no atraídos por los cuentos familiares acerca de la existencia de un dios personal, sino que lo hacen a pesar de estos. Racionalizan evidencia en contra de la existencia de los dioses, permitiendo que sus emociones determinen sus creencias, porque cuando los creyentes se alejan de los dioses, pueden sentir que están abandonando sus esperanzas. En muchos casos, debemos no solo hace entender a los creyentes que la esperanza que ellos albergan, esta construida en fantasía en vez de realidad, pero también que, cuando es examinada, esa esperanza no provee el deseado consuelo y la tranquilidad. El alivio de las religiones está falsificado. Estas solo reflejan un entendimiento truncado de la condición humana.

Tomemos el miedo a la muerte y la esperanza de la inmortalidad, que se supone que alivian la preocupación de la muerte. ¿Qué es lo que se supone que la inmortalidad en el cielo, provee a los creyentes? Muchos creen que de alguna forma es la continuación de la vida en la tierra y que las valiosas relaciones que ellos han cultivado mientras están vivos continuarán más allá de la tumba. Para decir la tan pronunciada frase, tras la muerte “verá sus seres amados de nuevo”. Pero esta existencia proyectada posiblemente no puede satisfacer nuestros anhelos humanos. La realidad en la que vivimos es dinámica, siempre cambiante. Si se supone que el cielo es la continuación de nuestras vidas, ¿Cómo puede uno restablecer una relación con los parientes, esposos, niños y amigos que murieron años atrás? Acaso han estado congelados en el tiempo? No han cambiado ellos desde sus muertes? No habrían entablado ellos nuevas relaciones en su morada celestial? Les importaría vernos? Igual, si eventualmente fuéramos a reunirnos con nuestros seres amados que vivirán incluso más allá de nuestras muertes, retendremos alguna conexión emocional con ellos? Podrían nuestros dos años de edad que ya dejamos atrás,  ser recordados para siempre? No sería que ese niño que recuerdas se convierta en un extraño?
Deja los seres queridos fuera del cuadro. Quizás tú eres un solitario. Sin embargo tú te prolongas a la inmortalidad, porque finalmente serás capaz de hacer lo que siempre quisiste hacer: escribir una novela, descubrir una cura para el lupus, proveer asistencia médica a aquellos que lo necesitan, ocupar un cargo político, ser un juez. Pero sean las que sean tus metas o ambiciones, el cielo no te va a dar la oportunidad de lograrlas. Tus actividades necesariamente llegan al final con tu muerte. Aún si en tu reino espiritual te pusieran en un laboratorio con todos los equipos, tu trabajo no tendría sentido. Solo estarías pasando a través de los movimientos. Esto sería un sinsentido como la vida en la Matriz, pero sin sumarle la carga de tu conciencia que no tendría entonces sentido.

No es necesario ir a través de los diferentes escenarios considerando el después de la vida, incluyendo especulaciones teológicamente sofisticadas sobre una “visión beatífica” o de una eterna unidad con Dios. (¿Cuál es la diferencia entre una existencia sin conciencia del tiempo y estar muerto?) No importa cual sea la historia, pues al examinarla nos encontramos con que ninguna de ellas aborda adecuadamente las preocupaciones relacionadas con la muerte, ni las preocupaciones. Todos los proyectos de un modo de existencia son ajenos a nuestra experiencia vivida.

La resistencia instintiva a la muerte y las ocasionales sensaciones de terror cuando se contempla la muerte, son de esperarse. Somos animales; además, somos animales que tenemos el conocimiento previo de que hay una amenaza a nuestra existencia que, a la cual finalmente no podemos escapar. Pero Vargas Llosa es excesivamente pesimista cuando predice que una persona del común nunca podrá estar reconciliada con el pensamiento de la extinción. Ya hay decenas de millones de gente “del común” que aceptan la realidad de la muerte, en parte porque reconocen no solo que no hay evidencia empírica que sugiera una existencia continuada más allá de la tumba sin que esa existencia tuviera un sentido. Es en realidad condescendiente con la gente común y corriente que asumen su incapacidad ante tal realización.

El reto para el humanismo

El humanismo secular va “más allá del ateísmo”, al menos esa es nuestra reivindicación. Parte de lo que está implícito en esa reivindicación es que podemos ir más allá de la simple argumentación en contra de la existencia de deidades. Respecto a la muerte, destacamos la pobre promesa de las religiones consistente en ofrecer una vida después de la muerte. Esta promesa no solo es nebulosa sino incoherente. Además explicamos cómo una existencia finita invierte vidas humanas con significado. La muerte provee el contexto para nuestras acciones: lo que nos importa realmente, teniendo en cuenta que no tenemos segundas oportunidades.

Por supuesto, el miedo a la muerte no solo es la preocupación conectada con las creencias religiosas. Lo complejo de las actitudes psicológicas que motivan las creencias religiosas, incluyen las preocupaciones de las muchas contingencias de la vida. Aquí el humanista debe mostrar que seguridad, consolación, y esperanza no son competencia exclusiva de la religión; por el contrario, confiar en Dios debe estar en un distante segundo lugar de la confianza en uno mismo y la ayuda de los otros.

El ateísmo, en y por sí mismo, no tiene ética, el humanismo la tiene. El eje de la ética humanística es un compromiso con el valor y la dignidad de todos los humanos. Reconocemos que tenemos obligaciones aún con aquellos que están ligados a nosotros solo a través de nuestra humanidad compartida. Esas obligaciones incluyen un apoyo inquebrantable para ciertas libertades fundamentales, tales como una libertad de expresión, libertad de asociación, libertad de conciencia y libertad de seguir una carrera profesional, que garantice que el individuo tendrá autonomía para darle forma a su propia vida.

También me gustaría reafirmar que esas obligaciones implican un compromiso de proveer asistencia material a otros simplemente porque son humanos en necesidad. La libertad es un bien fundamental, pero uno debe tener los medios para hacer uso de su libertad si lo que se quiere es tener una vida plena. El humanismo no tiene un programa económico o social detallado; los humanistas pueden tener diferencias legítimas acerca de las políticas fiscales o acerca de la estructura de nuestro sistema de seguridad social. Pero que tenemos un sistema de algún tipo, de eso no tengo ninguna duda.

Algunos sociólogos han dicho que hay una conexión entre la amplitud y la fortaleza del sistema de seguridad de una sociedad y el grado en el cual su población es irreligiosa. Los países escandinavos son con frecuencia citados como ejemplos. La secularización (al igual que las creencias religiosas) son un fenómeno muy complejo que puede tener cualquier causa, pero el apoyo de la comunidad a aquellos en necesidad es posible que desempeñe un papel en el desligue de la gente de la religión. Aquellos caídos en desgracia tienen que convertirse en algún momento y si no los ayudamos, van a volverse a los dioses. Rogando por ayuda a un ser imaginario, lo cual no parece muy tonto, si la única alternativa es el silencio y la indiferencia propia de los seres humanos.

Como humanistas, debemos confrontar la religión no solo a un nivel intelectual, sino también a uno emocional. Debemos responder a las necesidades humanas y a las vulnerabilidades para establecer la esperanza del cumplimiento de una vida, lo cual puede ser una expectativa realista. La razón puede llevarnos solo hasta hoy. Si los humanistas no se refieren a las motivaciones de las creencias religiosas, en seguida, en gran parte del mundo, solo “pequeñas minorías” serán capaces de resistir el mensaje seductor de la religión.










sábado, 17 de diciembre de 2011

"Dublineses" de James Joyce



En "Dublineses", o como también es conocido en español "Gente de Dublín", Joyce hace un profundo e intenso retrato del Dublín de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Tan propio es, que no es extraño oír en algunas voces, que esta pudo haber sido la más fina obra alcanzada por Joyce a lo largo de su carrera literaria. Dada la calidad de esta, la afirmación no sería ambiciosa, si el autor no tuviera en su haber, clásicos de la literatura como "Ulises" o "Finnegnas Wake".

El libro se compone de un conjunto de quince relatos, poseedores todos de un trasfondo común, cual es la vida en Dublín. En "Las Hermanas", el primer relato en su orden, Joyce aborda la religión como un tema que será recurrente en el resto de la obra; en este caso trata la muerte del Padre Finnegan, la cual es tomada con cierto tono de mofa y superficialidad por parte de una familia allegada al difunto.

El relato es supuestamente narrado por un niño, quien más tarde soñará con Finnegan y será víctima de una serie de aflicciones por su muerte, no obstante el chico tiene un miedo insuperable por ver el cadáver. Se sabe luego que el Padre padecía la sífilis (como Joyce también la padeció), lo cual deja el cuento abierto a diversas interpretaciones. Un relato oscuro, pero rico en recursos, por donde se lo mire.

En "Un encuentro", se toca el tema de la firmeza educacional de la época, entramada en dos pobres chicos, quienes inspirados en unas historias del oesete, se fugan del colegio con el único propósito de pasar el tiempo fuera de las aulas. La historia toma un giro cuando se produce un encuentro con un hombre viejo, posiblemente pedofilo, que encarna el peligro ante quienes entonces aparecen como indefensos.

Los temas de Joyce son sencillos y pertenecen a la cotidianidad, y es precisamente eso, lo que le permite delinear con claridad la realidad de la Dublín de entonces, tanto así que el libro solo pudo ver la luz hasta 1914, habiendo sido terminado desde 1906, pues al igual que "Ulises", resultó siendo prohibido en su país de origen. Esa sencillez en las historias, lo hacen exponente de una especie de realismo, aunque más encasillado en el modernismo anglosajón.

En "Contrapartes", narra la historia de un hombre que trabaja como escribiente y resulta abusado en su trabajo, decide escapar al bar en busca de cerveza y estando allí, se convierte en una víctima de humillaciones por parte de otros de los ocupantes del sitio. Reprimido y furioso se dirige a su casa en donde encuentra durmiendo, casi en la penumbra a su pequeño hijo, quien lo reconoce. El hombre pregunta por su esposa y el chico le responde que salió a la capilla. El hombre pierde el control y le reclama al niño por su comida, mientras lo golpea con un bastón, el niño implora piedad y le dice que rezará por él unas ave marías  a cambio de que no siga pegándole.



"Gracia" es una recopilación de diálogos entre varios personajes, que comparten visiones en torno al catolicismo y al protestantismo en la Irlanda de la época, en un intento por ayudar a que Mr. Kernan retome el supuesto buen camino; en eso, el hombre sufre un accidente mientras se encontraba bajo los efectos del alcohol, dos de los temas más recurrentes en esta obra de Joyce. El hombre, persuadido por sus amigos, termina dejando el curso de su vida en manos de Dios.

La morfología que Joyce le da a sus personajes, es sencilla pero justa. No resulta indiferente hacia estos y por el contrario, logra transmitir en unas pocas pinceladas todo un cuadro a través de una historia usual. Es difícil comparar un libro de relatos (cortos en su mayoría), con una novela de la dimensión de "Ulises", pero también lo es, que si en gracia de discusión, cabe una posible referencia, esto solo demuestra la maestría con que esta escrita "Dublineses".

jueves, 15 de diciembre de 2011

"Otra vuelta de tuerca" y "Los papeles de Aspern" de Henry James




En dos de sus más aclamadas obras, Henry James nos presenta historias que parecen sencillas, pero que son manejadas con un tacto y sutileza propios de quien implantó un estilo en el género de la llamada "novela psicológica" y dentro de lo que podría denominarse "novela de fantasmas", aunque sus relatos vayan mucho más allá que eso.

James, quien fue norteamericano de nacimiento, emigró muy joven a Inglaterra, y terminó por nacionalizarse inglés, ya hacia el final de su vida. A lo largo de su carrera como escritor, dejaría ver el interior del espíritu norteamericano, en contraposición con el europeo, como sucede en su novela "El americano".

Henry James era hermano del reconocido psicólogo y filósofo William James, quien es conocido como el padre de la "Psicología Funcional", esto podría dar pistas en lo que tiene que ver con la cercanía de Henry James con esta disciplina científica, tan característica en su literatura.

En "Los Papeles de Aspern", James se vale de lo que algunos han citado como una experiencia personal de autor, pues encontrándose en Venecia, había conocido a una condesa cercana a un amante de Lord Byron, se dice que el mismo James se interesó en unos manuscritos del poeta, mientras que por la misma época, se enteraba de una historia similar, pero en este caso relacionada con el escritor Peter Bysshe Shelley. Coincidencia o no, James reprodujo las historias, haciéndolas una sola en "Los Papeles de Aspern",  bajo la figura creada del poeta Jeffrey Aspern.

Aquí el poeta también tuvo un amante, en este caso la señorita Bordereau, quien en la novela es una anciana de más de cien años, que tiene una sobrina de mediana edad, usada como puente para acceder a los manuscritos de Aspern. El protagonista es un editor literario, quien hace una exhaustiva narración en primera persona, escoltando sus ambiciones y miedos en su firme objetivo por conseguir los papeles, mientra enfrenta  a los otros dos personajes a profundos conflictos interiores. La vida de los tres gira en torno a los manuscritos. James ahonda en la psicología de los tres personajes que son dibujados someramente, pero que van desarrollando su compleja personalidad a través de los hechos que dan cuerpo a la historia.

Ambientada en Venecia, la antigua casa en la cual se desarrollan la mayoría de los hechos, se presenta también como un aspecto fundamental en la caracterización del relato. La descripción de los desplazamientos y los paseos en la góndolas, impregnan constantemente la novela de cierto romanticismo, por demás misterioso, adornado por el personaje de la Señorita Tita, sobrina de la anciana custodia de los documentos. Una trama perfectamente entrelazada, en donde el autor comparte con el lector, la escritura de la vida misma de los personajes.

En "Otra vuelta de tuerca", además de la profunda introspección del personaje principal, se anexa el elemento de la ficción fantasmal, o al menos eso es lo que parece ser la historia, pues la interpretaciones pueden ser diversas.

La novela tiene que ver con una institutriz que acepta el encargo de cuidar a un par de niños, Flora y Miles. La narración comienza con Douglas, un chico que en una noche en la que se cuentan historias de terror, describe como a la institutriz en mención se le aparecen los fantasmas de anteriores habitantes de la casa donde cuida de los niños.



El relato se presta casi a cualquier interpretación posible, ya que se puede decir que los fantasmas nunca existieron y que las apariciones solo reposan en la cabeza de la institutriz, personaje que desde el comienzo es mostrado con ciertas particularidades que podrían dar a pensar en esta primera alternativa. La segunda interpretación, puede ser que los fantasmas efectivamente existen y los demás niegan su existencia por razones internas. Dos posibilidades más, tienen que ver con el hecho de que los fantasmas no existían ni siquiera en la cabeza de la institutriz o que los niños están poseídos por los fantasmas mismos y la mujer ha estado hablando con estos, durante toda la historia, lo anterior debido a la similitud de los perfiles de los niños y los de los supuestos fantasmas.

De cualquier forma, la historia solo tiene la versión narrada por la institutriz, lo cual genera esta variedad de interpretaciones, solo posibles desde un estricto manejo psicológico dado por James a los personajes de la niñera, así como de Flora y Miles. Sin duda una obra maestra de la narrativa psicológica y del género de suspenso, que con cualquier interpretación satisface el nivel de lectura de quien se acerca a la obra.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Los cuentos de Manuel Mujica Lainez





Cuando se habla de literatura latinoamericana, se rememoran apellidos en español desde México hasta Argentina: Los Paces, Fuentes, Asturias, Garcías Márquez, Vargas Llosas, Bolaños, Mistrales, Cortázares, Borges, etc. Todos ellos indiscutibles narradores y literatos, escritores que conocían o conocen el oficio, de historias ricas en personajes y portadores de un realismo en ocasiones descarnado y otras mágico. Estandartes de las letras latinoamericanas y en general del idioma español, pero pocos de ellos prosistas consagrados, pocos de ellos dotados del esplendor en el relato, y pocos también, dueños de un léxico que reflejaba tanta erudición y exactitud como el de "Manucho".

Manuel Mujica Lainez, el hombre nacido en una rica familia aristócrata argentina, educado en Francia e Inglaterra; crítico de arte, periodista, corresponsal y escritor, es casi que una isla en el panorama de las letras latinoamericanas, es diferente. Su erudición que no agobia, se deja ver en cada uno de sus párrafos. Y es que aunque Mujica Lainez haya escrito grandes novelas como Bomarzo, El Escarabajo, Los Ídolos y La Casa (esta última, considerada como una segunda parte de Los Ídolos, pero que se puede leer de manera independiente), deja ver su más agudo ingenio, poseedor de fantasía, ternura y simplicidad en cada uno de los cuentos que componen su obra.

"El hombrecito del azulejo" es uno de aquellos cuentos de Manucho que evoca esa ficción que es mágica y grandilocuente en sus letras. El niño que con sus lágrimas mágicas logra burlar la muerte, junto a su hombrecito francés de cerámica, su hombrecito de azulejo que astutamente, en una rica descripción le cuenta a la muerte, relatos de otras muertes más aparatosas y más eminentes que aquella que se pretende llevar al chico. Es un desborde de imaginación, de ideas, de recuerdos y de amor. Manucho sabe cómo hacerlo en tan pocas líneas. Sus fórmulas sintácticas son limpias y el ritmo del relato se mantiene en lo más alto de principio a fin.

"Todo el patio se ha colmado de sangre y de cadáveres revestidos de cotas de malla. hay desgarradas banderas con leopardos y flores de lis, que cuelgan de la cancela criolla; hay escudos partidos junto al brocal y yelmos rotos junto a las rejas, en el aldeano sopor de Buenos Aires, porque Martinito narra tan bien  que no olvida pormenores. Además no está quieto ni un segundo, y al pintar el episodio más truculento introduce una nota imprevista, bufona, que hace reír a la Muerte del Barrio San Miguel, como cuando inventa la anécdota de ese general gordísimo, tan temido por sus soldados, que osó retar en duelo a Madame la Mort de Normandie, y la Muerte aceptó el duelo, y mientras éste se desarrollaba ella produjo un calor tan intenso que obligó a su adversario a despojarse de sus ropas una a una, hasta que los soldados vieron que su jefe era en verdad un individuo flacucho, que se rellenaba de lanas y plumas, como un almohadón enorme para fingir su corpulencia".


En "Aquí Vivieron", Mujica Lainez conforma una novela, por medio de una serie de relatos cortos que terminan formando una secuencia, en la cual el protagonista es una casa quinta, desde cuando era solo un lugar hasta un lote de terreno. Es el comienzo, auge y decadencia de una propiedad, que deja ver las historias y vidas de sus ocupantes, guardando coherencia plena en descripciones y momentos. El libro evoca la nostalgia de lo material, de aquellas grandes épocas, y es que Mujica Lainez era un aficionado a los objetos, los coleccionaba de todas partes y de todas las características posibles, pues según él,  los objetos no mienten, son los hombres quienes mienten cuando hablan de ellos. No es entonces de extrañarse que "Aquí Vivieron" y "La Casa", tengan por protagonista a un objeto, que finalmente parece ser el narrador omnisciente que todo lo ve y que cuenta la historia de manera íntegra.

"Un novelista en el Museo del Prado", resulta ser una obra de carácter sumamente ingenioso. Escrita al final de su vida, en este libro de cuentos, Manucho hace gala de su más profundo conocimiento artístico y se vale de una visita virtual al famoso museo para recrear narraciones y cuentos, a partir de las obras que allí se exhiben. Arte y literatura en un librito pequeño de bolsillo, escrito con la rigurosidad de alguien a quien no le importaba hacer una pausa de dos años o más en su producción literaria para documentarse, antes de seguir adelante.

Recordado como un gran escritor, no tan leído en contraposición a la extensión y calidad de su obra, así como en cuanto al aporte a la prosa castellana, Manucho, quien él mismo define como un personaje diferente a Manuel Mujica Lainez, continúa en el ideario literario latinoamericano, un poco apartado de los grandes nombres de las letras de este lado del mundo, pero a la espera de que posiblemente generaciones venideras, reconozcan la lucidez de su obra.

Hoy su casa de Córdoba es un museo cuidado por la Fundación Mujica Lainez, que preserva desde objetos personales de su antiguo ocupante, hasta una colección de más de quince mil libros con anotaciones propias de Manucho, sin duda que se trata solo de un minúsculo homenaje a este grande de las letras castellanas.

El espíritu de la Naturaleza de Ralph Waldo Emerson



El Ensayo de Emerson, que en español se conoce como "El Espíritu de la Naturaleza" y en su título original se denomina "Nature", es una gran lección en el proceso de entender, abordar, analizar, y convivir con la naturaleza; desde una mirada críptica, a la vez que real, efusiva y trascendental. Muestra la  eterna relación de los hombres con este concepto desde varias aristas, diferentes pero similares a la vez.

La naturaleza es una realidad porque se puede tocar y es susceptible de comprobación a cada momento, es por esta razón que el concepto de naturaleza entra al reino de los sentidos y de alguna forma es razonable por los hombres. La naturaleza efectivamente se deja ver.

Así mismo el autor separa dos conceptos dentro de la misma naturaleza, como lo son la sabiduría y la simple vulgaridad, elementos que se encuentran en los objetos naturales (aquellos no tocados o modificados por el hombre), es entonces esta la diferencia esencial entre las formas que asumen los objetos, pues para los antiguos, aquellos no reflejaban otra cosa que sabiduría.

La esencia de la naturaleza es la transformación, desde lo que no se puede transformar. Es así como una montaña transforma la forma de ver un día, e incluso puede transformar la esencia de un ser humano, pero sin que esta de alguna manera se transforme, pues de alguna forma se saldría de la idea de naturaleza, lo mismo pasa con un bosque u otro elemento natural.

En una segunda parte del ensayo, el autor asume conceptos que luego desglosa y clasifica como: Bienes materiales, belleza, lenguaje y disciplina. Todos ellos integrantes del todo, denominado la causa final de mundo, integrante de la esencia de la naturaleza.

En primer lugar, de los bienes materiales, puede decirse que de una u otra forma han cambiado para necesidad y uso de los hombres. Se han establecido como aportes de la naturaleza que se pueden usar para la vida y convivencia de los seres humanos. Podría adicionarse a esto, que los bienes materiales con el devenir de la civilización han pasado a ser en una medida considerable, bienes inmateriales, traducidos en leyes que gobiernan a los hombres.

Ahora, en cuanto a la belleza, esta puede enmarcarse en una necesidad humana en sí misma. Lo anterior por cuanto en el ser humano debe manifestar el amor hacia lo bello, en cualquiera de las expresiones que esto pueda presentarse.

La belleza estimula los sentidos. La relación del hombre con la naturaleza se traduce en arte y no puede haber arte sin que exista un elemento de belleza. Puede decirse que la misma naturaleza trae la belleza consigo. El hombre la apropia para sí y para la estimulación sensorial llegando al arte.



La belleza en la naturaleza está presente en todas sus formas y expresiones. Sería erróneo decir que la belleza  solo se presenta bajo el único y definible concepto de bello. Esto no es así y cualquier forma de naturaleza transmite belleza. No solo en determinadas estaciones y épocas del año, puede decirse que nos encontramos ante un bello paisaje o entorno natural, pues de acuerdo con Emerson, incluso un cadáver en descomposición transmite belleza. Así que belleza y naturaleza son intrínsecos, un concepto se compone del otro y viceversa. No hay belleza solo en lo agradable al ojo, sino en lo que estimula de alguna manera los sentidos.

Pero frente a esto, debe decirse también que la misma contemplación de los elementos de la naturaleza, trae consigo mismo la belleza. En algunos casos puede ser así, pero en otros perseguir la búsqueda de la belleza desde la exagerada contemplación, no puede llevarnos a encontrarla. La belleza se da cuando el elemento que la transmite, se integra de manera natural al entorno. Aquí Emerson habla de la luna en sí misma y la luz que esta le da al caminante en la noche.

La belleza entonces, acompaña claramente los actos del hombre, las actividades del hombre en cualquier momento y lugar. Y muchas veces los actos o creaciones del hombre, no serían lo mismo sin la naturaleza en su entorno, trayendo a la belleza consigo.

En este punto, hombre y naturaleza se vuelven uno solo, acompañándose en la vida corriente. El concepto de virtud es traído, en la medida en que esta virtud acompaña al hombre en su relación con las obras de la naturaleza. Un hombre de férreas virtudes y convicciones, puede incluso subordinar a la naturaleza, la puerta queda abierta para que el hombre asimile lo que puede y lo que debe del espíritu de la naturaleza.

martes, 6 de diciembre de 2011

Cómo ser un gran escritor por Charles Bukowski



Tienes que hacerte a muchas mujeres,
bellas mujeres,
y escribir unos pocos poemas de amor decentes.
Y no te preocupes por la edad
y/o los nuevos talentos.
Sólo toma más cerveza, más y más cerveza.
Ve al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.
Aprender a ganar es difícil:
cualquier idiota puede ser un buen perdedor.
Y no olvides tu Brahms,
Tu Bach y tu
cerveza.
No te exijas.
Duerme hasta el mediodía.
Evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa a plazos.
Recuerda que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares.
Y, si tienes capacidad de amar,
ámate a ti mismo primero,
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota,
ya sea por buenas o malas razones.
Un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.
Quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y, como las arañas, sé
paciente;
el tiempo es la cruz de todos;
más que el exilio,
la derrota,
la traición,
toda esa basura.
Quédate con la cerveza.
La cerveza es continua sangre,
una amante continua.
Toma una buena máquina de escribir
y, mientras los pasos van y vienen,
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa
dale duro.
Haz de eso una pelea de peso pesado.
Haz como el toro en la primera embestida
y recuerda que los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Céline, Dostoievski, Hamsun.
Si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres,
sin comida,
sin esperanza...
entonces no estás listo:
toma más cerveza.
Hay tiempo.
Y, si no hay,
está bien,
igual.







 

Viaje al Fin de la Noche de Louis Ferdinand Céline



Muchas veces cuando se termina de leer un libro, puede quedar la sensación de un golpe seco, lo que en el boxeo sería un jab a la mandíbula. ¿Qué decir de Viaje al Fin de la Noche? básicamente que está por fuera de mi categoría pugilística, aguanté los diez asaltos, pero difícilmente me volveré a parar.

De golpe en golpe, de voz en voz, con entradas ingeniosas, con juegos metafóricos que tocan la sublimidad literaria, mientras expresan lo más hondo de la despreciable y noble naturaleza humana, Céline introduce al lector en su noche mientras se la muestra sin apuros, sin prevenciones, sin etiquetamientos, sin diplomacia. Habla el lenguaje de la calle, lleno de interjecciones, de onomatopeyas, de admiraciones, de puntos suspensivos, en una obra que en un comienzo se pensó intraducible y que en francés seguramente es mucho más bella de lo que ya es. La traducción al español a veces agota, al estar basada en una jerga ajena al español latinoamericano.

Ferdinand Bardamu el listillo alterego de Céline, es el protagonista de la obra, que se ve inmiscuido en una guerra que no tiene sentido y en la que no defiende ninguna causa, más que el primario deseo de seguir viviendo, que siempre considera superior a cualquier argumento bélico de quienes ahí lo pusieron; no obstante y como casi siempre sucede, el que menos quiere es el que llega y Bardamu recibe su mención de honor, a pesar de ser herido según él en su cabeza, lo cual más adelante le servirá como atenuante de su comportamiento y de algunas ligerezas que lo van poniendo cada vez más cerca del lector. En esto cabe señalar que nunca hubo registros de que Céline fuese herido en la cabeza durante la guerra, aunque sí lo fue en un brazo.

"Sí, de lo más cobarde, Lola, rechazo la guerra por entero y todo lo que entraña... Yo no la deploro... Ni me resigno... Ni lloriqueo por ella... La rechazo de plano, con todos los hombres que encierra, no quiero tener nada que ver con ellos, con ella. Aunque sean noventa y cinco millones y yo sólo uno, ellos son lo que se equivocan, Lola, y yo quien tiene razón, porque yo soy el único que sabe lo que quiere: no quiero morir nunca".

Bardamu, como cualquier hombre de su tiempo o de estos, conoce el amor en brazos de una prostituta, esta vez parisina, y es posiblemente aquí donde el Bardamu mediático y utilitarista de la guerra deja entrever lo que es capaz de hacer, fruto de los primeros golpes de la vida real, más allá del macabro juego de sobrevivir en el conflicto. El desventurado Bardamu es destinado a las colonias en el Togo, y ahí la complejidad del personaje se eleva a un climax que genera desde compasión hasta hastío, una filigrana de características que dejan carta abierta a cualquier posibilidad en la historia, el Ferdinand de la novela lo puede todo y no cree en nada. Tal vez es esa su mayor virtud y el mejor recurso empleado, cual es el hecho de que Bardamu es un incrédulo como ninguno, no está con patria, familia, religión, ni las formalidades normales que posteriormente encontrará en su profesión de médico. El protagonista le repite hasta la saciedad al lector que lo único que está haciendo es actuar y un personaje así, es difícil de encasillar.

"Era evidente que me iba a abandonar, mi amada, del todo y pronto. Yo no había aprendido aún que existen dos humanidades muy diferentes, la de los ricos y la de los pobres. Necesité como tantos otros, veinte años y la guerra, para aprender a mantenerme dentro de mi categoría, a preguntar el precio de las cosas antes de tocarlas y, sobre todo antes de encariñarme con ellas".

La máxima expresión de nihilismo y maledicencia llega con un Bardamu vagando por las calles de la joven y emprendedora sociedad norteamericana, con su prosperidad y su sistema de producción Ford, del cual nuestro protagonista se hace partícipe, en una audacia del autor que no puede poner a Bardamu en un ambiente más antagónico a lo que este representa. Una vez allí y al intentar buscar a su amada prostituta se da cuenta del vacío existencial que lo acompañará por siempre.

"Eso es el exilio, el extranjero, esa inexorable observación de la existencia, tal como es de verdad, durante esas largas horas lúcidas, excepcionales, en la trama del tiempo humano, en que las costumbre del país precedente te abandonan, sin que las otras, las nuevas, te hayan embrutecido aún lo suficiente".

"Es la edad también que se acerca tal vez, traidora, y nos amenaza con lo peor. Ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar a la vida: ahí está. Toda la juventud se ha ido a morir al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y adónde ir, fuera, decidme, cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio? La verdad es una agonía ya interminable. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca he podido matar".




Y precisamente esas reflexiones de Ferdinand Bardamu guardan relación con lo venidero en la obra, un Bardamu cada vez mas lejano que volvió a Francia y terminó graduándose de médico después de haber sido apaleado en varias esquinas del mundo, de casi ser linchado en un barco camino a África, de ser el paria que nunca dejó de ser. El insignificante Bardamu se hace médico pero no puede dejar su sino de desesperanza, ese que le hacía tan duro levantarse en las mañanas y tan ridículo irse a la cama en la noches, no era el único.

"Conejo aquí, héroe allá, es el mismo hombre, no piensa más aquí que allá. Todo lo que no sea ganar dinero supera su capacidad de comprensión clara e infinitamente. Todo cuanto es vida o muerte le supera. Ni siquiera con su propia muerte especula bien a derechas. Sólo comprende el dinero y el teatro".

"Es triste el espectáculo de la gente al acostarse; se ve claro que les importa tres cojones cómo vayan las cosas, se ve claro que no intentan comprender, ésos, el porqué de que estemos aquí. Les trae sin cuidado. Duermen de cualquier manera, son unos calzonazos, unos zopencos, sin susceptibilidad, americanos o no. Siempre tienen la conciencia tranquila". 


Y así con su nuevo nivel de médico, lo único que hace es acentuar el vacío, los vicios y miedos de su vida de soldado y vagabundo que son los mismos pero ahora desde su posición de profesional. Bardamu no se reinventa, no cambia, y lo que busca es eso realmente, ser el mismo del comienzo hasta el final de la obra, al fin de la noche. Su vida de médico rural, actuando por unos cuantos francos, lo hace tal vez más horrible de lo que era, ahora se interesa más por el sexo, pues no está confinado a los burdeles como antes, su actuación e hipocresía se acentúan, es alguien,e incluso llega a ser director de un instituto psiquiátrico.

"En cuanto a los enfermos, los clientes, no me hacía ilusiones al respecto... No iban a ser en otro barrio ni menos rapaces, ni menos burros, ni menos cobardes que los de aquí. La misma priva, el mismo cine, los mismos chismes deportivos, la misma sumisión entusiasta a las necesidades naturales, de jalar y cagar, los convertirían, allá como aquí, en la misma horda embrutecida, cateta, titubeante de una trola a otra, farolera siempre, chapucera, mal intencionada, agresiva entre dos pánicos".

Pero al lado de Bardamu, hay otro que parece tener como misión en la novela dibujar situaciones aún más duras y extremas que las del mismo Ferdinand, ese es Robinson, quien fuera su compañero en la guerra y lo siguiera (más que acompañara), hasta el final de la historia. Robinson es un asesino descarado, posiblemente la guerra lo hizo así, un aprovechador, traducido como un "listillo", un ladrón incluso, exhibe los antivalores más dicientes, pero nada parece ser su culpa y cuenta con la deferencia de Ferdinand. Esta es posiblemente la parte más interesante de la historia.

Bardamu no es bueno, es simplemente humano, y eso basta para tener una historia que contar, ¿Cómo puede ser bueno alguien que ha visto tanto, que estuvo en la guerra? ese es su precepto, ¿Cómo no puede untarse de lo que hay a su alrededor? Por otro lado al Ferdinand escritor siempre lo asociaron con el antisemitismo, lo quieren casi que olvidar, el gobierno Francés no realizó ninguna conmemoración por el cincuentenario de su muerte en enero de este año que se termina, Céline siempre habló de una alianza Franco-Alemana para terminar la guerra y salvar a Europa, setenta años después parece no haber otra salida.

Viaje al Fin de la Noche es la gran novela europea de primera mitad del siglo veinte, anterior a Cioran, a Bukowski al mismo Vallejo, es el golpe a los estamentos, a la confianza en la naturaleza humana, es el fin a la historia de hermandad entre los hombres, de un mundo mejor, de los beneficios de la ciencia, del desarrollo de la sociedad, del bienestar general, de la nación como elemento constitutivo de valores, adiós a todo eso, el tiempo de los hombres se acabó.

"La gran fatiga de la existencia tal vez no sea, en una palabra, sino ese enorme esfuerzo que realizamos para seguir siendo veinte años, cuarenta, más aún, razonables, para no ser simple, profundamente nosotros mismos, es decir, inmundos, atroces, absurdos. La pesadilla de tener que presentar siempre como ideal universal, superhombre de la mañana a la noche, el subhombre claudicante que nos dieron".


Notas tomadas de: LOUIS FERDINAND CÉLINE, Viaje al fin de la noche, Edhasa, Primera edición junio de 2008, Traducción de Carlos Manzano.

lunes, 5 de diciembre de 2011

"Pulp" la última novela de Charles Bukowski



Con unos párrafos cargados de situaciones casi absurdas, llenos de personajes tan comunes como fascinantes y con una trama de la que literalmente cualquier cosa se puede esperar, así comienza "Pulp", la última novela del último de los llamados "escritores malditos" norteamericanos.

Ambientada en Los Angeles, en lo que probablemente fueron los ochentas del siglo pasado, "Pulp" es una mezcla de realidad y ficción, de la ficción más delirante y estruendosa sin que llegue jamás a ser ridícula. Extraterrestres en cuerpos de atractivas chicas, la señora Muerte rondando, Louis Ferdinand Céline visitando las librerías de Los Angeles con más de cien años de edad y un misterioso Gorrión Rojo, son los casos que entre otros debe enfrentar el poco brillante detective Nick Belane, quien se autoconsidera como el mejor de la ciudad.

Nick Belane arregla sus diferencias a golpes con quien sea, no importa si son más ágiles o fuertes que él, también usa su revolver calibre 37 incluso si no es necesario, está lejos de ser brillante, pero tiene la astucia y el sentido común que las calles le dan a un sobreviviente de estas y del mundo que le vino en suerte vivir.

Belane trabaja para beber, no considera el sexo como una prioridad en su vida y siempre cobra parte de sus trabajos por adelantado, lo cual generalmente le trae problemas y lo mantiene en una constante presión que solo puede reducir en el alcohol, no muy lejos de lo que fue parte de la vida del mismo Bukowski, quien debatió sus inicios entre un estable empleo en la oficina de correos, que según él lo llevaría a la locura o la posibilidad de dedicarse a escribir, lo cual según él mismo terminaría matándolo de hambre.

Detrás de Nick Belane se pueden ver los rasgos de un hombre que está llegando al final de la vida, agobiado por la carga existencial y que mantiene su actividad de detective como un escape al mundo mismo, no tiene interés  por las mujeres, solo espera que lo recuerden (quien quiera que sea) de alguna buena forma y el caso que parece más sencillo es aquél que terminará marcando su destino. Es inevitable sentir cierto afecto por la figura de Belane, quien con sus impulsivas actuaciones despierta una imagen inclusive de ternura que siempre ha caracterizado las historias y poemas de Bukowski, lo que se ve enarbolado como en ningún otro escenario en "Bluebird".

"Pulp" enmarca el justo tributo a todas esas historias escondidas tras la cultura popular estadounidense, que siempre estuvieron ligadas a la vida de Bukowski, quien en su juventud recorrió el país, viviendo en pensiones baratas, en búsqueda de historias que contar, por aquella misma época en que revistas y editoriales rechazaban los cuentos y "short stories" que regularmente enviaba.



Y es que al despedirse de su existencia con esta última novela, parece incluir lo que no podía dejar por fuera en su final y que puede ser el corolario de su momento; la vida en las calles de Los Angeles, el alcohol, el soterrano elemento sentimental que siempre estuvo presente en su obra y a la vez que un pequeño homenaje a alguien que según él, "fue el mejor escritor de los últimos dos mil años", Céline.

Bukowski encajó los elementos en esta obra y se despidió dejando una prolífica carrera literaria, algo explicable en quien solo podía concebir la vida escribiendo, la escribió con la furia y la sencillez que lo caracterizó, con ese contestatario humor de la calle que sale en el momento menos esperado y cerró su vida literaria con una graciosa ficción que se burla de todo, y que lo pone lejos de cualquier pretensión, como lo es un libro que comienza siendo dedicado "a la mala escritura", y que pertenece a alguien que deseó para su epitafio ese famoso "Don't Try".

Hermann Hesse desde Gertrudis y En El Balneario


Quien se convirtiera en un inmigrante, quien ante el nacionalismo alemán reinante en el suceso de la Segunda Guerra Mundial, pusiera al ser humano por encima de los ideales de patria y nación a lo largo de su trabajo literario, quien puede ser considerado como uno de los grandes humanistas en la literatura, fue el maestro Hermann Karl Hesse, quien naciera a finales del sigo diecinueve en la pequeña localidad alemana de Calw.

Hermann Hesse, alabado por algunos y no muy bien recibido por otros tantos (quienes lo consideran tan solo como un autor de juventud) fue ganador del Premio Nobel de literatura en 1946.

Sus inicios se remontan a una fuerte formación religiosa proveniente de sus padres, los cuales eran misioneros cristianos. Hesse incursionó en un seminario evangélico del cual, el entonces joven, huyó demostrando una aversión por la denominada educación formal. Hecho que dejaría ver de una manera más profunda en "Bajo la Ruedas" de 1906, la cual junto a Peter Camenzind, se convertiría en su primer éxito editorial.

Adentrándose en oficios como relojero y librero, Hesse se acerca de alguna forma a la escritura, de manera aficionada, colaborando con algunos periódicos locales. Retoma a clásicos alemanes como Novalis y ahonda en uno de sus temas predilectos, como lo fue la mitología griega; escribe un par de libros experimentales de gran valor literario pero de poco económico.

Es solo con "Peter Camenzind" que su carrera literaria empieza a llamar la atención de críticos y editoriales, dejando ver lo que sería el inicio de una obra marcada por la espiritualidad, el conflicto interior del hombre de comienzos del siglo veinte y la cercanía a Dios.

Hesse tomaría elementos de la religión Budista, así como del Hinduísmo, sin dejar de lado su fuerte formación Cristiana. De este modo deja ver en varios de sus libros, las sabias enseñanzas de los maestros chinos y el legado de Buda.

Se puede decir que es inevitable hablar de Hesse sin tener como referencia obras como "El Lobo Estepario", "Siddhartha", o "El Juego de los Abalorios", pero también es sano hacer mención de obras suyas no tan reconocidas como "Gertrudis" y "En el Balneario".

En "Gertrudis", Hesse aborda uno de sus temas favoritos y profunda fuente de inspiración como es la música. En esta, el compositor Kuhn, conoce a la joven Gertrudis Imthor, a quien sencillamente no podrá dejar de querer nunca más, aún si su mejor amigo se casa con ella.

Incomparablemente escrita, esta novela es un relato de sentimientos ininteligibles, pero que ya llegando al final dejan ver la estrecha relación de estos con la naturaleza del protagonista, quien de una u otra forma encarna los miedos más humanos y sensatos posibles. "Gertrudis" es música, ópera, literatura y psicología, mezcladas en una delicada armonía, una obra que no debe faltar en la colección del autor.

En "En el Balneario", novela corta posterior enmarca un crudo retrato autobiográfico, con elementos anecdóticos, que reflejan la oscura, compleja y genial personalidad del autor, mientras introduce al lector de manera imperceptible en un mundo casi de fantasía, de sabias lecturas de situaciones comunes y reales, así como de profundas reflexiones.



La crítica a un mundo plano y materializado, la pulverización de los valores y la inmerecida comercialización de la sabiduría, hacen parte fundamental del cuerpo de esta deliciosa obra, en donde cualquier desprevenido lector puede avistar un asomo de similitud entre lo vivido, lo relatado por Hesse y la cotidianidad de la vida misma.

La descripción de hechos descuidados y rutinarios, presentados en un plano de severa crítica y reflexión, hacen de "En el Balneario", un hermoso y en ocasiones cómico relato, que muestra los aspectos más íntimos y personales de la vida del autor. Una verdadera oportunidad de saborear al Hesse de carne y hueso, al Hesse humano y mortal que pocas veces se presenta a sí mismo, sino que de una u otra forma lo hace a través de los personajes; este Hesse bañista y reumático, como él mismo se define, encarna una pequeña parte de las ambiciones y angustias más humanas, en ocasiones de ideales rústicos e inocuos, pero recurrentes en el querer de los hombres.

El Hesse enfermo y posteriormente convaleciente, rememora lo mejor de otro tiempo, a la vez que evoca la deseperanza frente a lo venidero, en una atmósfera de ilusión y nostalgia hacia lo bueno y lo sagrado.

Estas dos obras, seguramente no dibujan lo más leído de Hesse, pero sí muestran al inconfundible escritor y poeta, a través de títulos que no faltan a la esencia del incomparable genio que fue. No abandona su esencia y muestra detalles de su intimidad, su enfermedad, el respeto hacia la música, al igual que el amor puro y simple hacia una mujer.